Pareciera un juego de palabras, pero no es así; los cuatro cumplen años el 4 de enero.
Les debo unas cuantas fotos, comparando con la cantidad que le he sacado a Mariana (24), la primogénita, en sus primeros años de vida y antes de que eclipse enero hasta el próximo año quiero entregarles estos gratos recuerdos.
Gastón (22), las mellizas Agustina y Gabriela (19), y Esteban (10), coincidieron el mismo día. Alguno se atrasó, (“las mellis”) se adelantaron o estuvo en fecha el último, pero en partos naturales nacieron el mismo día.
Una hermosa coincidencia para la simple anécdota, con matices propios del momento. Recuerdo que las tortas preparadas el día anterior para festejar “el cumple” eran desplazadas por el nacimiento de un nuevo hermano o hermana.
Salir presurosos a los avisos de las conocidas contracciones y mirarnos sorprendidos ¡otra vez el cuatro!, más algunos inconvenientes operativos del instituto, como en el nacimiento de las mellizas, son momentos que siempre recordamos. Elsa ¡parió sin luz!; se cortó el suministro eléctrico en toda la ciudad y como nacieron con diferencia de no más de diez minutos hubo que utilizar linternas. Allí no termina todo, a la media hora como seguía el corte, (los ascensores no funcionaban) suero en mano bajó las escaleras sin problemas hasta la habitación.
Han pasado algunos años ya no son los bebés de aquel entonces que recibíamos en cada parto y que salvo un inconveniente (energía eléctrica mediante) con Agustina, a todos tomé en mis brazos antes de pasar a los de Elsa.
A todos ellos, a la del 6 de noviembre y a los del 4 de enero, les voy a comentar algo que alguna vez escribí, que siento profundamente y de lo que son parte indivisa.
Ustedes, Elsa y una intuición me ayudaron a formar una convicción. El deseo de presenciar los partos, su MAMÁ (con mayúsculas bien grandes) y sus llegadas generaron en mi sentimientos encontrados que solo supe descubrir o interpretar con los años.
Una mezcla de alegría, emoción y vergüenza, no sin un poco de temor, se apoderó de mí siempre que llegaba uno de ustedes y no cambiaba a pesar de las experiencias obtenidas con el anterior nacimiento. Siempre igual, con más años cada vez sobre las espaldas y con la misma intensidad.
Crecer en la convicción del derecho a la vida reflejada en el nacimiento de cada uno de ustedes, en el respeto y compromiso hacia la compañera que había aceptado emprender este camino juntos, a la naturaleza desde el crecimiento de “la panza” y a la libertad generada y vivida en convivencia con el otro; fue generado por ustedes y por la gracia de disfrutar su crecimiento desde ese momento.
Todo esto que ustedes nos dieron, nos ayudaron a corregir errores (nuestra naturaleza no nos hace perfectos) y a superar algunos problemas serios en la vida. Sin eso dudo que hubiéramos podido hacerlo.
Los quiero mucho; si ya se está demás, ¡estoy un poco viejo!, pero igual se los digo…
¡Cuídense mucho!