A los argentinos no nos gusta agradecer.
Lo comprobé dentro del trabajo que me toca hacer. (atender gente)
Como somos individualistas y transgresores por naturaleza creemos que todo lo que hacemos fuera del sentido común, le vamos a poder dar una razón valedera para justificarnos.
Cuando no podemos dar razón al hecho, entonces decimos, “… perdón… disculpe, creía que…”. Luego de eso la relación es casi inevitablemente nula.
Cuánto más positivo sería y es, decir Gracias.
Ocurre que para poder decir gracias hay que pedir permiso y ese es el problema. Sentir interiormente que tenemos derecho a un permiso explícito es un inconveniente adquirido de nuestra sociedad que va de la mano con la pérdida de la vergüenza y el respeto por los demás.
No se si será una conducta de origen; oriental u occidental, sajón o latino, producto del individualismo o de la globalización, pero la hemos adoptado y no creo que esa tendencia nos ayude a formar auténticos lazos de comunidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario