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domingo, 25 de enero de 2009

Pensamientos afines

Esta es una pretendida presentación a lo que desearía que fuera parte de mi contribución a la vida de los míos, a mi entorno social y a todos los que de alguna forma participan de estos momentos de mi necesidad interior de expresión.

Existe una línea de pensamientos ligados al pluralismo, exentos de ideologías partidarias y autoritarias, exentos de fanatismos y por sobre todas las cosas exento de intereses. Pensamientos que van más allá de lo ecuménico, que propician la cultura de la relación y el diálogo sobre todo tipo de barreras, razas y credos, pensamientos afines a la universalidad. Una universalidad que no tiene nada que ver con la globalización, basada en el desarrollo del individuo desestimando cualquier conducta que promueva al individualismo.

Así presentado pareciera muy difícil de entender, pero leyendo las premisas a partir de las apreciaciones de un genio contemporáneo, la visión se comprende casi por simple deducción.

A continuación comparto con ustedes algo a lo que no tenemos la posibilidad de recurrir comúnmente.

MI VISIÓN DEL MUNDO, por Albert Einstein

“Los ideales que iluminaron y colmaron mi vida desde siempre son: bondad, belleza y verdad. Las banales metas de propiedad, éxito exterior y lujo me parecieron despreciables desde la juventud”. Einstein.

LA VIDA SENCILLA

Pienso mil veces al día que mi vida externa e interna se basa en el trabajo de otros hombres, vivos o muertos. Siento que debo esforzarme por dar en la misma medida en que he recibido y sigo recibiendo. Me siento inclinado a la sobriedad, oprimido muchas veces por la impresión de necesitar del trabajo de otros. Pues no me parece que las diferencias de clase puedan justificarse: en última instancia reposan en la fuerza. Y creo que una vida exterior modesta y sin pretensiones es buena para todos en cuerpo y alma.

LIBERTAD Y SENTIDO DEL HUMOR

No creo en absoluto en la libertad del hombre en un sentido filosófico. Actuamos bajo presiones externas y por necesidades internas. La frase de Schopenhauer: “Un hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere”, me bastó desde mi juventud. Me ha servido de consuelo, tanto al ver como al sufrir las durezas de la vida, y ha sido para mí una fuente inagotable de tolerancia. Ha aliviado ese sentido de responsabilidad que tantas veces puede volverse una traba, y me ayudó a no tomarme demasiado en serio, ni a mí mismo ni a los demás. Así pues, veo la vida con humor.

BONDAD, BELLEZA Y VERDAD

No tiene sentido preocuparse por el sentido de la existencia propia o ajena desde un punto de vista objetivo. Es cierto que cada hombre tiene ideales que le orientan. En cuanto a eso, nunca creí que la satisfacción o la felicidad fueran fines absolutos. Es un principio ético que suelo llamar el Ideal de la Piara.

Los ideales que iluminaron y colmaron mi vida desde siempre son: bondad, belleza y verdad. La vida me habría parecido vacía sin la sensación de participar de las opiniones de muchos, sin concentrarme en objetivos siempre inalcanzables tanto en el arte como en la investigación científica. Las banales metas de propiedad, éxito exterior y lujo me parecieron despreciables desde la juventud.

PASIÓN POR LA JUSTICIA SOCIAL Y LA SOLEDAD

Hay una contradicción entre mi pasión por la justicia social, por la consecución de un compromiso social, y mi completa carencia de la necesidad de compañía, de hombres o de comunidades humanas. Soy un auténtico solitario. Nunca pertenecí del todo al Estado, a la Patria, al círculo de amigos ni aún a la familia más cercana. Si siempre fui algo extraño a esos círculos es porque la necesidad de soledad ha ido creciendo con los años.

DEMOCRACIA, ESTADO E IDOLATRÍA

Mi ideal político es la democracia. El individuo debe ser respetado como persona. Nadie debería recibir un culto idolátrico. (Siempre me pareció una ironía del destino el haber suscitado tanta admiración y respeto inmerecidos. Comprendo que surgen del afán por comprender el par de conceptos que encontré, con mis escasas fuerzas, al cabo de trabajos incesantes. Pero es un afán que muchos no podrán colmar.)

sé, claro está, que para alcanzar cualquier objetivo hace falta alguien que piense y que disponga: un responsable. Pero de todos modos hay que buscar la forma de no imponer a dirigentes. Deben ser elegidos. Por eso estuve siempre contra sistemas como los que hoy priman en Italia y en Rusia. Me parece que la solución está en lo que hicieron los Estados Unidos: un presidente elegido por tiempo suficientemente largo, y dotado de los poderes necesarios para asumir toda la responsabilidad. Valoro, en cambio, en nuestra concepción del funcionamiento de un Estado, la creciente protección del individuo en caso de enfermedad o de necesidades materiales.

Para hablar con propiedad, el Estado no puede ser lo más importante; lo es el individuo creador, sensible: la personalidad. Sólo de él sale la creación de lo noble, de lo sublime. Lo masivo permanece indiferente al pensamiento y al sentir.

GUERRA Y PRENSA

Con esto paso a hablar del peor engendro que haya salido del espíritu de las masas: el ejército, al que odio. Cómo detesto las hazañas de sus mandos, los actos de violencia sin sentido y el dichoso patriotismo. ¡Qué cínicas, qué despreciables me parecen las guerras! ¡Antes dejarme cortar en pedazos que tomar parte en una acción tan vil!

A pesar de lo cual tengo tan buena opinión de la humanidad, que creo que este fantasma se hubiera desvanecido hace mucho tiempo si no fuera por la corrupción sistemática a que es sometido el recto sentido de los pueblos a través de la escuela y de la prensa, por obra de personas y de instituciones interesadas económica y políticamente en la guerra.

LA RELIGIÓN Y LA ETERNIDAD DE LA VIDA

El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdaderos. Quien no la conoce, quien no puede asombrarse ni maravillarse, está muerto. Sus ojos se han extinguido.

Esta experiencia de lo misterioso -aunque mezclada de temor- ha generado también la religión. Pero la verdadera religiosidad es saber de esa Existencia impenetrable para nosotros, saber que hay manifestaciones de la Razón más profunda y de la belleza más resplandeciente sólo asequibles en su forma más elemental para el intelecto.

En ese sentido, y sólo en éste, pertenezco a los hombres profundamente religiosos. Un Dios que recompense y castigue a seres creados por él mismo, que -en otras palabras- tenga una voluntad semejante a la nuestra, me resulta imposible de imaginar. Tampoco quiero ni puedo pensar que el individuo sobreviva a su muerte corporal; que las almas débiles alimenten esos pensamientos por miedo, o por un ridículo egoísmo.

A mí me basta con el misterio de la eternidad de la Vida, con el presentimiento y la conciencia de la construcción prodigiosa de lo existente, con la honesta aspiración de comprender hasta la mínima parte de razón que podamos discernir en la obra de la Naturaleza.

ALBERT EINSTEIN, en Mi visión del mundo, Tusquets Editores.

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