Hace algunos meses, por el mes de junio, ayudado por el receso invernal y por el “parate” en el que nos sumió la pandemia de la gripe A, es como que se me proporcionó más tiempo para progresar en algunas consideraciones. El dicho popular se hizo presente “no hay mal que por bien no venga” y el ocio se presentó pensador y creador.
Una preocupación que seguramente abarca a la mayoría de los argentinos incluidos dentro del esquema del trabajo común y medio es la futura y magra jubilación.
Uno da “vuelta la cabeza” “mira hacia atrás” ve el paso del tiempo, parece que todo fue ayer y en ese junio, próximo a cumplir los 58 años (a 7 de la temida jubilación) se disparó una pregunta.
¿Por qué no construir algo para el futuro?, que nos ayude a redondear un ingreso digno. Aceptada la pregunta, aparecieron las premisas de máxima; lo siguiente fue comenzar a identificar el camino y…manos a la obra.
Desde las intenciones familiares y la forma deseada de vida, comenzaron a abrirse carpetas evaluar contingencias para dar forma a un futuro posible.
Como todo esto necesita de un capital para poder construirlo, habrá que sacrificar cosas que hicimos y logramos mantener en 25 años, con no poco esfuerzo. Una casa originalmente pensada para la familia y unos terrenos de la herencia de mis suegros deberán componer ese capital necesario.
Pero estoy convencido que el esfuerzo valdrá la pena y más teniendo en cuenta que está pensado en futuro porque va a servir, para nosotros, para nuestros hijos y por que no también para los suyos.
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