(Como la canción)
El color de fondo que elegí para mis presentaciones y que normalmente prefiero en mi escritorio es el verde. Dicen que es el color de la esperanza y eso en mi caso es una realidad.
Siempre la esperanza me sostuvo en los momentos más difíciles, me rescató de los más oscuros, permanentemente me impulsó en los emprendimientos y hoy guía mi proyecto de vida.
Es cierto que también con el correr del tiempo hubo apuntalar esa esperanza, dotarla de escudos que la protejan. Confieso que esos protectores fueron surgiendo espontáneamente en el afán de preservarla y mantenerla viva.
Tomar esas actitudes de defensa, siempre me han exigido un esfuerzo adicional; nunca fueron situaciones cómodas y al comienzo todas generaban dudas, pero una vez asumidas y comprendidas terminaban reforzando la voluntad de confiar y enarbolar más alto esa esperanza.
Incorporar la firmeza y la resistencia, no fue tarea fácil, más aún cuando la firmeza necesita esgrimir razones y la resistencia un espíritu templado.
La firmeza me ayuda a construir mi libertad con convicción y dignidad y la resistencia a practicar una reflexión madura, comprometida y constructiva de la realidad personal y social.
Comprometerse es sinónimo de solidaridad, ejercer la solidaridad es reconocer al prójimo y reconocer al prójimo en su espíritu, es tener esperanza de poder recuperar y sostener los valores que nos ayuden a formar una sociedad que no se apoye solamente en conseguir un mayor confort de vida (consumismo), sino también una mejor calidad de vida .
Comenzar por lo personal, continuar en lo familiar y transmitirse en la sociedad.
Pero hoy es uno de esos días en que necesito reforzar la resistencia, esa palabra sobre la que tan bien se expresara don Ernesto Sábato.
Luego de leer las noticias……notas de la tragedia del Once (Cromagnon), que se han cambiado los cargos, que se reavivan los odios o que se tranquilizan por el curso de las acciones etc., vuelvo a leer lo que he escrito y me encuentro en problemas, dudo y sospecho que es una expresión de deseo, una necesidad insatisfecha y lejana.
Siempre tuve una opinión definida sobre el tema desde el primer momento, siempre pensé que no se debía o que no alcanzaba con tratar de responsabilizar a tal o cual persona, cuando la responsabilidad caía sobre todos nosotros. No tengo, ni relación indirecta sobre el acontecimiento, pero nuestra idiosincrasia no nos da elementos para desligarnos de ella.
No podemos negar nuestra decadencia social y moral.
Familiarmente dejamos mucho que desear como padres; nos plegamos fácilmente a las modas sociales, nos gusta mucho la comodidad, muchísimas veces “compramos o pagamos” la voluntad, conducta o el tiempo de nuestros hijos, eludimos la obligación de poner límites y los sobreprotegemos, consentimos o apañamos.
Pedagógicamente en los colegios privados generalmente se privilegia la instrucción sobre la educación, en los públicos sistemáticamente corremos tras las necesidades básicas, las personales como las del alumnado, descuidando las esenciales y en los confesionales la obligación de enseñar con el ejemplo se confunde con neo conductas religiosas especulativas y sin contenido.
Es moneda corriente y se palpa que, las empresas estatales, las mixtas, las privatizadas, las particulares, las financieras y los medios de comunicación usando como excusa tener que respetar “las reglas del juego” ingresan en connivencia (definición de la Real Academia: disimulo o tolerancia en el superior acerca de las transgresiones que cometen sus subordinados contra las reglas o las leyes bajo las cuales viven) o en confabulación (Dicho de dos o más personas: Ponerse de acuerdo para emprender algún plan, generalmente ilícito) con el poder de turno.
No fue producto de la casualidad lo que sucedió:
Muchos padres, dejaron ir a sus hijos, muchos padres no sabían donde habían ido sus hijos y muchos padres fueron con sus hijos.
Si no sabemos discernir cuando un producto es potencialmente peligroso, como podemos enseñar a diferenciarlo. No nos subiríamos a la montaña rusa sin ponernos los cinturones de seguridad y menos si detectamos algún riel en mal estado.
Si no supimos enseñar o marcar límites, es más que probable, que nuestros hijos, hasta inconscientemente prendan una bengala o una cañita voladora en frente de un depósito de combustible. Si no supimos interponernos entre lo mediático y la realidad, induciendo a la responsabilidad, es más que probable que nuestras hijas solteras o casadas o nuestros matrimonios jóvenes, con hijos, no solamente dejen a sus pequeños en baños usados como guarderías.
Si no ejercemos esas dos acciones el resultado será que estamos ayudando a formar (deformar), personas precoces con una falta de responsabilidad y sentido común llamativos. Precoces sobre todo en lo técnico y en la sexualidad, con una marcada e innata irresponsabilidad y como consecuencia indirecta hasta seremos (somos) responsables de la precocidad en la delincuencia.
Responsabilidad empresarial hubo…. y mucha (ídolos y empresario)
Responsabilidad política hubo….y mucha (inspectores y municipio)
¿Por qué no está cuestionado nuestro accionar como padres?
Lo único que escuché sensato fue la autocrítica de una madre por televisión dentro de las primeras 24 horas de ocurrido el hecho, después nada más. Debe ser porque no vende.
Hace bastante tiempo que el tipo de prensa buscadora del raiting y del sensacionalismo junto con varios aspectos “legales” dudosos han convertido a nuestra justicia en un verdadero juego de adultos en donde la razón y la verdad ocupan un segundo plano.
Pero tampoco podemos trasladar culpas (muy argentino) o levantar un dedo acusador porque estas acciones para mantenerse necesitan consumidores y esos somos nosotros.
Rescatando la fórmula de mi post anterior, al aplicarla nos daría, re piojosos a la enésima potencia.
Hoy
Hoy necesito ejercer más que nunca la firmeza y la resistencia, para mantener intacta la esperanza.
Busco razones, me observo, veo mis heridas; miro alrededor, veo las heridas que he causado. Muchas han cicatrizado, algunas estoy curando y otras están en carne viva.
Deseo intentar vivir con dignidad y poder ejercer mi libertad lo más auténticamente posible y deduzco que debo ser responsable si pretendo ser digno y que debo evitar la connivencia y la confabulación para no vivir atado a “favores” o “condicionamientos”.
Recuerdo lo que me escribió un entrañable amigo, “en el camino de ser auténtico nunca se termina” y confieso que al principio me costó mucho entender tal afirmación. La misma que al comprenderla siempre me devolvió la esperanza y luego la vida en los momentos difíciles.
Vuelvo mirar a mi alrededor, veo a mi familia en pié, veo cerca verdaderos amigos, recuerdo buenos maestros, veo lazos de comunidad y descubro que hoy la esperanza es la que me impulsa a practicar más que nunca el ejercicio de la firmeza y la resistencia, ejercicio que me (nos) ayude a construir el futuro, convencido que ese futuro puede ser mejor.
Voy a seguir tiñendo mis fondos color verde esperanza
No hay comentarios.:
Publicar un comentario